El Cabaret Popescu es un espacio de libertad en medio del caos. La Isla de los corazones hambrientos.
El Cabaret Popescu es el sueño imposible de un hombre del renacimiento: Rico Popescu: filósofo, maestro de lucha, chef internacional, showman, amante impenitente, teniente de caballería del ejercito rumano … Es un deseo hecho realidad, una realidad hecha de deseo. El deseo de dar y tomar placer. “El placer de la carne en salsa, de la canción ad lívitum, del pellizco, del foco azul que te pega en la espalda, por fin y te viste de luna”. Él era así, que le vamos a hacer.
Al Cabaret Popescu le va la marcha de las noches en blanco, de la buena mesa, del aquí ahora. Le pone pensarte feliz.
El Cabaret Popescu rocía tu mesa con aroma de cabaret y te susurra al oido: ¿por fin has venido?, te estaba esperando, mis manos son tu casa, mi voz es tu voz, sin ti no soy nada. Te sirve suculentos platos, se adueña de tus ojos y te seduce con su batín de raso y una copa en la mano. Aceptasela, es para ti. No le hagas el feo. Te prometerá una velada interesante, te contará unas cuantas historias bajo las estrellas, con una música agradable y una luz acariciadora. A la que te despistes acabas en su cama.
El Cabaret Popescu sueña con mojar los labios en tu copa, con comer en tu plato, con ponerse tu ropa interior, con conocerte así sin más, limpio como un cero.
El Cabaret Popescu es un vampiro. Se pone las medias de rejilla, el body de lentejuelas, los tacones de aguja, el monóculo… y te busca la yugular. Se bebe tu sangre y la convierte en música. Un tipo marchoso y pálido que crea adicción. Cuidado: lo mismo te gusta y te conviertes.
El Cabaret Popescu es una mujer que no sabe si fue hombre. Un hombre que no sabe si soñó con ser mujer. Nunca acaba por decidirse entre carne y pescado. Piensa: ¿para que?. Mejor darle a todo. Tiene tremendo y placentero lío, asere.
El Cabaret Popescu tiene ojos en la espalda: nada más verte llegar sabe si es tu cumpleaños, si has venido con amigos o enemigos, si el que está a tu lado es tu amante o el de tu marido, si eres bombero o fakir, si estás embarazada o eres alpinista, si eres alemán o de Toledo, si has tenido un mal día y necesitas una mano en el hombro o si fuiste malo y necesitas un azote. Lo sabe por que habla contigo en cuanto entras, te mira a los ojos y ya. En otra vida fue espía, pero te lo aseguro, sabe guardar un secreto.
El Cabaret Popescu convierte el escenario en restaurante, el restaurante en escenario. La comida y el cabaret son dos puentes que le llevan hasta tus papilas gustativas y ese es su alimento.
El Cabaret Popescu cocina para ti, te alimenta, busca tu sentido del gusto, del buen gusto. La sensualidad del sabor.
El Cabaret Popescu hace una llamada de auxilio a los sentidos. Los sentidos no engañan. Ven: Mira, huele, toca, saboréa, escucha.
El Cabaret Popescu está a punto de iniciar su viaje. ¿qué importa a donde llegue?. Lo importante es saber que caminas, paso a paso, mirando al suelo con la vista allá lejos.
El Cabaret Popescu es granaino universal. De un salto va del Rey Chico al Trastevere, de Plaza Nueva a un tugurio de Nueva Orleans, Del Paseo de los Tristes al Imperio del Sol Naciente. Es culo de mal asiento. Navega por el mundo con su barquita escarlata: calor latino, sabor européo, sutileza oriental. Tacón, pluma, Kimono y son montuno.
El Cabaret Popescu canta en italiano, francés, caló, inglés, español. Habla por los codos con esos silencios que dicen más, que mil palabras.
El Cabaret Popescu es travieso, juguetón, amigo, traidor, canalla. Es un brivón, Sorprendente, tímido, arrojado, poeta, vizarro, simpático, ácido, burlón, cortés, indiscreto. Es volatil como un perfume que se mete por tu nariz y te hace estornudar, luego se pierde como el que tira la piedra y esconde la mano.
El Cabaret Popescu actúa a tu lado: puedes olerlo, tocar su smoking blanco, mirar el brillo de sus ojos, oir sus pasos delicados y saborear sus platos agridulces. Tienes un periscopio desde el que mirar alrededor desde tu silla.
El Cabaret Popescu está vivo. Es un organismo cambiante, en evolución permanente. No hay dos días iguales. No se resigna a ser una copia de si mismo. Odia el estandar. No se deja seducir por el: “esto es así”, se pregunta todo el tiempo: “¿por qué?”. Amigo, por fin estoy perdido en el Mar de las Cosas por Hacer. Es un gourmet que necesita cambiar de plato, para alimentar su hambre de conocer.
El Cabaret Popescu recorre de puntillas tu memoria. Lleva la pluma de las cosquillas en una mano para conseguir que te partas, en la otra un puñal de hielo que te clava sin compasión. Esas puñaladas de hielo florecen cuando menos te lo esperas.
El Cabaret Popescu llena tu corazón de impulsos, tu estómago de delicatesen, tus ojos de fotos viejas, tus oidos de melodías de seducción, tu piel de arañazos y tu cerebro de cosas por hacer: ilusión.
El Cabaret Popescu es la mansión del misterio, un largo pasillo en clarooscuro en el que hay muchas puertas por abrir.
El Cabaret Popescu sigue al que busca la verdad y huye del que la ha encontrado. Está desengañado de la verdad. La verdad está de vacaciones en el Adriático. La verdad está en tu mesa, desnuda como una Venus, perfumada y tranquila, esperando a que te sirvas. Si comes podrás decir: Claro, era esto, puro teatro.
El Cabaret Popescu dispara salvas de confetti, cañonazos de brillantina, andanadas de cava sobre los tiempos turbulentos. Escupe alegría sobre el asfalto quemado.
El Cabaret Popescu hace fiesta de la angustia por los tiempos que corren, hace funeral de la amargura, pulveriza la realidad y la recompone. Viste la realidad de escenario y te la devuelve. Hace longaniza con los caminos cerrados, los abre en canal y te los sirve en un plato de cristal de Murano. El tenedor es cosa tuya.
El Cabaret Popescu sabe que la vida es un suspiro que el pasado se fue, el futuro no existe y el presente es un regalo, por eso se llama así: presente.
El Cabaret Popescu conoció a un hombre que llegó a su casa triste como una amapola marchita y se fue con una sonrisa colgando de su boca.
El Cabaret Popescu es una tirada de dados. Que bueno que viniste, apuesta, lanza y luego no digas que no te avisamos. Has ganado, siempre ganas. Disfrutaste de unos instantes de placer inocente y te fuiste para seguir con tu vida. El Cabaret Popescu sigue aquí: vuelve solo si conseguiste tirar los dados.
El Cabaret Popescu cerrará sus puertas el día en que las almas solitarias no necesiten más compañía, el día en que los cuerpos estén saciados, la noche en que los zombis atasquen las calles y te sea imposible abrirte paso hasta tu mesa, el día en que no sea necesario encontrarse para hacer fiesta del frío polar y calentarse un poco, ensemble, insieme, pertinho.